domingo, 29 de julio de 2018

A vueltas con los sexos...

Si existen sexos es porque hay seres naturales que se reproducen así, otra cosa es que lleguen alguna vez en sus vidas a reproducirse o no. La reproducción es el acto por el cual una especie se proyecta adaptativamente hacia el futuro por medio de sus descendientes.

Estos seres están sometidos a procesos que les hacen comportarse en relación a ello, debido a la presencia de ciertas configuraciones corporales y sustancias hormonales que les imprimen concretas actitudes vitales, y todo ello forma parte de la identidad de ese ser.

Como es natural, y no por ser defectuosa, las proporciones de todo ello van desde un máximo a un mínimo, así que para una especie cualquiera, todos sus congéneres no tienen por qué ser idénticos, lo cual no hace que dejen de ser naturales ni que sea una aberración ni que ello suponga enfermedad ni tara alguna. La naturaleza no es perfecta en su distribución, pero lo que hace de manera perfecta es la adaptación, es decir, el que prevalece es el quien en un momento dado mejor sabe aprovechar la circunstancia en su beneficio, pero que no siempre es ni el más fuerte, ni el más inteligente, sino que cada momento requerirá de porciones de cada aptitud para generar la acción adecuada. Más bien, esas características son resultados evolutivos que le hacen poseer unas potencialidades contextuales que transmitir a sus descendientes.

Lo que naturalmente se producirá entre los sexos es todo un conjunto de comportamientos íntimamente relacionados con la reproducción. En este panorama, el sexo femenino es el garante de ello, pues es desde donde se produce la fecundación, por ser el sexo que dispone del óvulo receptor. Sólo el gameto masculino que mejor sepa aprovechar la situación, superando todas las trabas que se encuentre, conseguirá fecundarlo.

Tal importante es la reproducción, que orienta un altísimo porcentaje del comportamiento del ser, hasta el punto de que es “en lo que los diferencia” donde estriba la actitud sobre la que toda su vida se escenificará, incluso en las actitudes comunes como comer, moverse, etc.

En todo animal, esos procesos internos orienta su instinto hacia todo aquello que es su necesidad, bien alimenticia, bien de relación social, de reproducción, etc. y cada situación le genera sensaciones que dirigen sus expectativas, y en ello, sus sentimientos le hacen comprender cómo le está repercutiendo la realidad, lo cual, a su vez, le incita a adquirir actitudes correctoras. Así, cuando alguna necesidad le surja, según lo apremiante que sienta sufrirla, mostrará un carácter u otro en relación a superarlo, pero si su comportamiento no es lo normal de su especie, como es lógico, se comportará de manera muy distinta, e incluso, rara o extraña para su especie.

Por otro lado, está comprobado que cuando se mantienen en el tiempo ciertas circunstancias modificantes del comportamiento, los seres se adaptan y no dudan en amoldarse a esas posibilidades, tal es el caso cercano de los perros, los animales de granja, mascotas, e incluso en la misma salvaje naturaleza encontramos situaciones aparentemente incomprensibles o sorpresivas entre depredadores y presas, o entre especies distintas no depredadoras.

No es inusual encontrarse animales que por haber sido criados fuera de su entorno, como por ejemplo por humanos, su comportamiento no está preparado para lo que debería ser su vida en la naturaleza, o, que al ser mascotas, éstas hayan perdido su capacidad natural de buscarse la vida si son liberados, o en las granjas, incluso, se han creado animales casi o totalmente a necesidad de la raza humana, lo cual lo convierte en un almacén de utilidad viva en proceso de maduración.

Es más, el propio ser humano es un animal cuyo comportamiento no es de “animal al uso”.

En fin, queda claro que en cada ser hay una orientación vital animal y, por ser sexuados, otra sexual y ambos le otorgan sus características particulares gracias a lo cual, sus instintos le dirigen por ésto tan complicado que es vivir.

La cuestión es que todo ello es natural, pero el ser humano este mundo de conceptos creado por el ser humano, que es un animal fuera de contexto, porque está organizado de tal manera que unos se dedican a unas tareas y otros a otras, pero, todos podemos acceder a ese resultado mediante una transacción, así que, la naturaleza sólo es nuestra base originaria superada por la organización social.

Somos animales criados por nosotros mismos fuera de nuestro entorno natural, así que, dirigimos nuestros instintos según conceptos, en los que cabe casi de todo, así la reproducción es sólo un uso concreto del sexo, ser hombre, mujer o “loquesea+sexual” es casi una elección personal, comer, beber o asearse es una cuestión de capacidad económica, relacionarse socialmente es para identificarse con ritos y costumbres de ocio, culturales u organizativas, en fin… que vivir se ha convertido en conseguir dinero para poder hacer incluso lo que no haremos nunca por conseguir directamente el bien necesario, es decir: cultivar, criar, ordeñar, construir, etc..

Lo mismo sucede con el sexo, lo que ocurre es que no podemos desprendernos de la tendencia natural sexual, y es ahí donde sucede la incongruencia con esa dotación natural con la que venimos a la vida, ya que al enfrentarse al mundo humano de conceptos, puede chocar y convertirnos en intolerantes en ambos sentidos, por regla general, ya no somos seres naturales y creemos que todo es posible, incluso tener hijos sin relaciones sexuales, lo vemos como un derecho porque ser PERSONA es lo importante, cuando lo que queremos decir es ser YO y todo cuanto ello conlleve.

A vueltas con los sexos, siempre lo será con los sentimientos, y, éstos con el cómo repercute la realidad, ya que si me siento mal es porque la realidad no me beneficia como quiero que lo haga, y el sexo, quizá, se ha convertido en una excusa ritual más de la no naturalidad del ser humano, lo cual conduce a introducir variaciones en nuestra especie inconsustanciales con la vida, pero, en las sociedades que hemos creado, que todavía tampoco se diferencian tanto de las pasadas conocidas, se demuestra que se necesita un óvulo femenino y esperma masculino para generar vida, que precisa de su tiempo de gestación en un (por ahora) vientre humano, desde donde no es necesario que se lleve a término pues en incubadoras podrían madurar hasta convertirse en personas “normales” que dentro de su entorno familiar - social, pueda ser lo suficientemente libre para ser lo que quiera, incluso, en contra de la naturaleza, porque es ella quien aceptará lo que él decida hasta su muerte y, si consigue transmitirse genéticamente, estará aportando su granito de arena a la naturaleza para que ella siga a delante, y si no aporta nada, no importará, pues con su muerte, ahí terminará su protagonismo natural, que, a fin de cuentas, es por lo que estamos en esta vida.

Con el tiempo, quizá ya no sea necesario casi nada de todo éste proceso natural y por ello concluyo, con un, "qué más dá" si es la naturaleza quien manda.

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