domingo, 10 de febrero de 2019

La muerte



Por mucho que queramos darle un significado trascendental a la vida, sólo hay una cosa segura, y es que todos vamos a morir, y eso es completamente cierto.

El progreso ayuda a que aumente la esperanza de vida, de eso tampoco cabe la menor duda, desde el descubrimiento de la higiene personal, la medicina, la cocina, la aplicación de los descubrimientos y avances de la ciencia al bienestar social y personal, entre muchas más cosas relevantes, ha hecho que se prolongue la vida inevitablemente, incluso en casos necesarios, se la obliga forzándola a responder artificialmente, durante el tiempo que sea preciso.

Podemos decir, también con absoluta seguridad, que hemos superado a la muerte con casi cada aplicación que llevamos a la práctica de todo ello, pues, sin duda, ¿a cuántos no nos habrá prolongado la vida ya, todo ello?. Pero también con la prevención, que no es otra cosa que la anticipación intelectual ante el riesgo, y la observancia de éstos conocimientos llevados a nivel personal.

A lo que verdaderamente se ha llegado, es a la absoluta certidumbre de que el cuerpo físico es una máquina orgánica producto de la evolución adaptativa, en el que se dan, en perfecta coordinación, infinidad de procesos y mecanismos con cuya armonía dinámica, se produce eso que llamamos vida.

La corporalidad de un ser vivo es eso, todo un conjunto de mecanismos dependientes, y otros pseudo-independientes, en perfecta conjunción que en su funcionamiento le otorga un comportamiento concreto.

En todos los seres vivos observamos que se produce de manera automática el proceso causa-efecto-reacción, es decir, que unas causas generan unos efectos, los cuales desencadenan una reacción, dicha reacción siempre estará en consonancia a lo que suponga ese cambio en él. Podemos afirmar, que se va a producir una reacción ante un cambio en su estado vital, que actuará como una condicionalidad. Es decir, si hay cambio, me produce un efecto y reacciono.

Dicha condicionalidad, es la que busca que se produzca cierto resultado esperado, aporta alguna corrección hacia una respuesta vital concreta, por lo que se comporta, en realidad, como intencionalidad, pues la causa de dicha condicionalidad es la superación de la misma, y ésto es en sí mismo, una intención. Es decir, estoy bien, y si algo me repercute, intentaré volver a estar bien.

Ésta intención propicia determinadas reacciones tendentes a superar sus causas, y todo ello lo hace intentando conseguir, que se de, una situación concreta para su vida, que es común a todos, y no es otra que la de estar bien, lo cual es su motivación inicial y motivación final.

Ese, “estar bien”, es un estado al que se llega cuando no tiene necesidades, y se suma a la circunstancia sin reacción frente a ella, es decir, no tiene que enfrentarse a la situación para superarla, porque el balance entre desgaste y aportación energético está equilibrado.

Ésto es así, por ejemplo, cuando no hay depredadores que le hagan reaccionar, o cuando descansa relajadamente, o cuando supera sin mayores desgastes sus necesidades, etc. Es decir, nada le hace reaccionar, sino que se dedica a hacer su vida cumpliendo con ella sin mayor resistencia de la aprendida habitual. Hay otros mecanismos involuntarios como lo son los movimientos internos de los órganos, la respiración, el corazón, el pensamiento mismo, etc., que se producen de forma autónoma y automática sin intervención de la voluntad, sin querer consciente.

Cuando ello no sucede, la búsqueda es voluntaria, es decir, se precisa querer para acometer la necesidad de volver a estar bien.

En realidad, los seres vivos somos máquinas formadas por muchas otras, de las cuales, las más importantes no se someten a nuestro control, y sin embargo, tenemos la impresión de que somos nosotros los que hacemos que ellas funcionen, como si tuviéramos el control de nuestras vidas.

Ésto es así porque el cuerpo es un envoltorio de sentidos orientado a hacer que el ser funcione, dicho envoltorio es el que procurará los cuidados necesarios para que toda esa interioridad mecánica y automática siga funcionando a un nivel óptimo, porque hagamos lo que hagamos, o atendemos a nuestras necesidades básicas o morimos.

Llegados a este punto, morir físicamente es llegar al fallo en la coordinación de esos mecanismos interdependientes, pues cuando se generaliza, se produce el fallecimiento.

El ser vivo, actúa para vivir, hará lo que sabe hacer, voluntaria o instintivamente, porque siempre estará motivado para superar sus necesidades, y lo hace para conseguir no sentirlas.

Podemos ahora asignarle al ser vivo, una intención objetiva que dirige su ímpetu vital, aunque quizá él nada de ésto sabe, y ni le sirva de nada saberlo.

En esta asignación, comprendemos que lo automático está supeditado a una corporalidad, que es quien tiene que cumplir con las tareas necesarias para que siga funcionando, así que, es la corporalidad quien hará lo que tenga que hacer para funcionar, lo cual es la verdadera intención de su vida.

Visto así, morir es llegar a un punto en el que la corporalidad ya no es capaz de hacer que su interioridad funcione correctamente, y se generan una cadena de fallos que conducen a ello.

Por otro lado, hay otro morir, y ese es el no físico, aparentemente más trascendente que está asociado a sentimientos y expectativas, a rutinas y a acompañamientos, a pensamientos y dependencias, en definitiva, a contar con alguien en tu vivir.

No hay ser vivo que no se relacione con otros, de su misma especie o de otras, y se producirán interacciones inevitables e infinidad de repercusiones. En estos encuentros, las corporalidades, en su funcionamiento, valoran la situación y actúan bajo el principio que les controla, el de causa-efecto-reaccion.

Esta valoración actúa desde el principio de la condicionalidad, cuyo fin es la intención de “estar bien”, pero esa relación se da entre sentidos e intelecto, sin contacto físico, en lo que podemos denominar pensamiento. En él aparecen las causas, que es la información captada por sus sentidos, ésta es transmitida por sus propios mecanismos a su centro de proceso particular, desde donde buscará en su bagaje de conocimientos la solución de en qué le puede repercutir, y tras ello se producirá la reacción.

Ésto es el proceso básico de cualquier pensamiento, cuya función es la de solucionar problemas que se presentan en el devenir, generando conceptos, es decir, relacionar causas con reacciones según sea el efecto consabido.

Así pues, de producirse esa interacción, habrá acercamientos, tras los cuales, y tras sus consecuentes reacciones, se irá generando una idea conceptual entre las corporalidades que quedará almacenada de alguna forma que pueda ser utilizado, y ésto es la memoria, así que en las siguientes ocasiones, todo este laborioso y cauteloso proceso de conocer esa relación, ya no se tenga que volver a producir, y aquello en lo que se concluya se convierte en el siguiente punto de partida, el concepto.

En esa memoria conceptual, quedan relacionadas las causas con sus efectos, ésto es procesado por su intencionalidad y generará la reacción, desde entonces, la aparición de esa causa conlleva directamente la reacción, así que ésta es quien vehicula su intención, obedeciendo a dotar a su interioridad de lo necesario para que todo funcione.

Es, a nivel de ejemplo, cuando aprendemos a hacer algo, al principio tenemos que someternos a su proceso, pero una vez conseguido, eso es asignado a la necesidad que lo generó, y entonces, prescinde de todos los pasos intermedios hasta llegar a la reacción, lo cual beneficia a todo ese mundo que la corporalidad da cobijo y sustento.

Todo ello también puede verse como un conjunto de mecanismos, pero esta vez son intelectuales, que le ahorra al cuerpo desgaste energético, pues, con este aprendizaje sólo se enfrenta una vez (o unas pocas veces) a ello. Se convierte este mecanismo en una forma inmediata de valoración, y como tal, la primera en llevar a cabo, por lo que depende de ese conocimiento para cumplir con su intencionalidad.

Las reacciones se convierten, entonces, en dependencias y la corporalidad lo demuestra con un comportamiento que conceptualiza el aprendizaje.

Estas conceptualizaciones serán de diversa índole y generan actitudes corporales, por las cuales será reconocido por los presentes, y ello anunciará su aptitud en la consecución de esa intencionalidad interior.

Precisamente por eso, los seres, desde el alcance de sus sentidos físicos y conceptuales, se capacitan para vivir y dejan una repercusión en el ambiente, porque todos exteriorizan sus intenciones que obedecen siempre a la misma, la de estar bien, para lo cual hará lo que tenga que hacer.

En estas intenciones, ya reconocidas por los seres con los que interaccione, crean dependencias conceptuales y cada ser representará ser algo según su punto existencial, así que no sólo la presa huirá del depredador, o el depredador ataca a la presa, que son las consecuencias inevitables de sus puntos existenciales, sino que también se darán dependencias de diferente ámbito como el amistoso, el colaborador, el amoroso, etc., comportamientos todos que tienden a conceptos de seguridad, alimentación, afecto, reproducción, etc., incluso entre especies distintas.

Como se ve, las relaciones generan dependencias inevitablemente, y según sean éstas, la desaparición de un ser puede generar un desequilibrio en otros seres, pues lo que adquirían ya no se da, y deja de ser ese factor de intencionalidad automática, lo cual desestabiliza la situación y generará otro aprendizaje, también inevitablemente, que supla la pérdida, porque no pueden dejar de buscar su “estar bien”.

Así que esa otra muerte, representará algo en esta dirección para los seres con los que se establecieran dependencias, y ante su ocaso, generará la inevitable reacción que podrá ser de desamparo, desasosiego, tristeza, etc.

Para finalizar, la muerte es por un lado ese desequilibrio interior físico irresoluble, y por otro, es la anulación de reacciones cognitivas, lo cual, al darse al mismo tiempo genera el significado que en cada cual le produzca, cuya repercusión será tan particular como signifique ese concepto para él, pero, lo que es seguro, es que para aquellos con los que existieran lazos de dependencia a cualquier nivel, será dura la situación, porque supone la finalización física y cognitiva, porque lo trascendental de la situación es el nuevo aprendizaje que implica la nueva situación, y siempre será para volver a estar bien.

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